martes, 13 de septiembre de 2011

PIB BURBUJA, a merced de las turbulencias



En mayo de 2011 el Banco Central de Chile pronosticó un PIB de 5,5% para el año 2012. Sumados los efectos internacionales, frecuentemente denominados “crisis” o “turbulencias” el órgano emisor ha reducido sus expectativas de PIB a 4,7%.

El mentado “blindaje” o “resguardo financiero” del país, producto de las reservas existentes, no nos pondrá en extremos escenarios recesivos o espirales inflacionarias, pues “confiamos” en que la responsabilidad y austeridad fiscales operarán a la altura de las circunstancias.

Una resuelta senda de crecimiento no se basa solamente en racionales decisiones fiscales y monetarias, menos aún de carácter financiero. Las tasas de crecimiento registradas, en la primera parte del actual gobierno, pudieran resultar un clásico “veranito de San Juan” de no mediar reformas profundas al modelos de sociedad que deseamos construir.

Dos pilares clásicos de los históricamente reconocidos países desarrollados son: educación e industrialización. En ambas materias estamos lejos de definiciones de estadistas.

La educación y la industrialización deben ser modeladas pensando en sus impactos a partir de los próximos 40 años: ¿Qué Chile queremos ser en 2050? ¿En qué áreas de la actividad humana queremos ser líderes mundiales? El conocimiento universal, crecientemente sofisticado, y el impulso, crecimiento y consolidación de sectores industriales específicos con una alta participación de las Pymes, son dimensiones que debemos abordar como Nación.

Ya no se trata de izquierdas o derechas, de propietarios de los factores o de la fuerza de trabajo tradicionales. El reto es definir un Ideario Nacional que fascine y comprometa a todos y cada uno de los hijos de esta tierra. El desafío es echar hoy las bases de ese futuro deseado. Para esto es requisito sine qua non un debate amplio, generoso, sin egoísmos ni ambiciones exacerbadas.

Es ineludible una convocatoria amplia, plural, profundamente democrática, en la que, colegiadamente, definamos la carta maestra, la ruta de desarrollo y los objetivos precisos para las próximas décadas. Sólo así podremos construir las fundaciones de un país que no se resfríe con las turbulencias externas, o que por confianzas equívocas se extravíe en la bruma de las indefiniciones.
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